Desde
que ingresé en una de las mejores universidades del país, decidí graduarme en 5
años, quería un historial de notas limpio y lo logré. Algunas las pasé en la
raya, otras con muy buenas notas. Pero recuerdo que siempre andaba nerviosa
cuando había examen, me preocupaba por pasar las materias. Muchas veces dejé de
salir con mis amigas porque debía estudiar, no acompañé en varias ocasiones a
mi novio cuando quería ir a la playa o salir con sus amigos. Nadie me lo exigía, era lo mínimo que podía
hacer por mí, por mis padres y por mi futuro.
Al
entrar a la Uni siempre escuchas o te meten en la cabeza cuáles son los
profesores y las materias más difíciles. “Llevan años raspando a todo el mundo”
“por ellos no te gradúas” “por esos perderás el semestre.” El miedo era
persistente cada vez que los nombraban y el corazón se aceleraba cuando los
veía en los pasillos. Pues ley de Murphy ¡Me tocaron todos! No me salvé de
ninguno. Estaba feliz en todos los inicios de semestre hasta que veía en los
horarios los nombres de “los innombrables.”
En
los primeros semestres la materia “filtro” era morfosintaxis, nada más el
nombre me asustaba. Según la gente, la profesora era la más estricta y la peor
de todas. Cuando iba caminando a la primera clase, sentía que iba directo al
matadero. Para mi sorpresa me encantó, me pareció súper chévere. Al momento del
primer examen obviamente esa sensación de nervios se multiplicó por mil,
gracias a Dios salí bien. La profesora me encantaba, nunca tuve inconvenientes
con ella. Sí, era una materia que ameritaba mucho esfuerzo y dedicación, pero
no era el monstruo que todos pintaban.
Lección
uno: cada persona tiene una perspectiva diferente según sus vivencias ante una situación,
todos pasamos por lo mismo pero el proceso de cada quien es diferente. Las
personas pueden hablar mal de ti o de alguien, según lo que ellos interpretan,
eso no quiere decir que debemos asumirlo como una realidad. Experimenta tu
vivencia sin prejuicios, sin predisposición.
¡Mami
choqué!
En
otro de los semestres, estaba muy nerviosa (para variar) esta vez el turno era para
el primer examen de Gerencia, otro “filtro.” El profesor era nada más y nada
menos ¡el director de la escuela! como para poner el escenario más angustiante
y obscuro posible. Un duro, admirable, correcto, exigente y amable. A veces
podías creer que bajaba la guardia, pero no, en una materia de números si el
resultado no es exacto, olvídalo.
Para
resumir este percance, antes de salir de la casa mi madre ve mi cara y dice
“Mija tienes cara de miedosa, relájate y ten cuidado.” Pues, a los pocos
minutos la llamo avisándole: ¡Choqué!
Iba
manejando y de repente estoy estampada detrás de un carro, por más que traté de
frenar, ya era tarde. Llegué de tercera a la fiesta de un choque múltiple en la
autopista. Para mi habían pasado 10 minutos encerrada dentro del carro, no
paraba de llorar, pero no por el susto, ni por el carro, sino porque perdería
el primer examen de la materia más difícil del semestre. Really? Habían pasado más
de 30 minutos, si no es porque la mujer me dice eso, hasta el sol de hoy
seguiría sintiendo que fue menos tiempo.
Enseguida
llamé a mi amiga Estefanía, le informé sobre el accidente y le pedí
comunicárselo al profesor para ver si podía repetirme el examen en unos días. Me
dio la oportunidad de presentarlo semanas después. Pero, no contaba con que
esas semanas serían de reposo, con un collarín y con las mínimas ganas de
volver a estudiar. El día del examen se me olvidó todo y ¡taran! Raspé. Con las
próximas evaluaciones pude recuperar la materia y la pase en la rayita.
Lección
dos: ¡Todo pasa! Hoy tres años después, miro hacia atrás y digo ¡Sobreviví!
Muchas veces sentía que el mundo se me caía encima, pero ¡sobreviví! Más de una
persona me advertía “esa universidad es difícil” pero ¡Sobreviví!
Disfruté
muchísimo la Universidad, siento que es la mejor del mundo, me encantaría
volver y reencontrarme con sus verdes, con el olor a librería, recordar el olor
a encierro que tenía el teatro, caminar en silencio por la biblioteca nueva,
enorme, majestuosa, hermosa. Esperar sentada afuera de los salones para ver la
siguiente clase, buscar puesto en la feria, conversar, aprender en conjunto.
Describiendo esto se me eriza un poco la piel, porque añoro y atesoro mi vida
de años atrás.
Pero,
como dije antes, todo pasa. Hasta la forma de ver la vida, siempre me pregunto
¿cómo hubiese vivido la universidad siendo la persona que soy hoy en día? Posiblemente
el choque se hubiese evitado. Estaría más serena y la palabra “estudiar” tendría
otra interpretación.
De
todas maneras, las cosas pasan como tienen que pasar, porque el plan de Dios o
del Universo es mejor que el nuestro. Debemos analizar qué nos quiere enseñar
esa situación y aprender de ella para seguir con más fortaleza.
Por
esto, la invitación es a aceptar que el pasado existe, pero ya no es. Darle
las gracias porque nos formó, aunque no nos define y utilizar todas las
herramientas adquiridas para vivir un presente pleno y saludable.
Pasado
pisado no, gracias por formar parte de mi historia.
Adriana Samaniego.
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