martes, 7 de agosto de 2018

¿Pasado, pisado?



Desde que ingresé en una de las mejores universidades del país, decidí graduarme en 5 años, quería un historial de notas limpio y lo logré. Algunas las pasé en la raya, otras con muy buenas notas. Pero recuerdo que siempre andaba nerviosa cuando había examen, me preocupaba por pasar las materias. Muchas veces dejé de salir con mis amigas porque debía estudiar, no acompañé en varias ocasiones a mi novio cuando quería ir a la playa o salir con sus amigos. Nadie me lo exigía, era lo mínimo que podía hacer por mí, por mis padres y por mi futuro.

Al entrar a la Uni siempre escuchas o te meten en la cabeza cuáles son los profesores y las materias más difíciles. “Llevan años raspando a todo el mundo” “por ellos no te gradúas” “por esos perderás el semestre.” El miedo era persistente cada vez que los nombraban y el corazón se aceleraba cuando los veía en los pasillos. Pues ley de Murphy ¡Me tocaron todos! No me salvé de ninguno. Estaba feliz en todos los inicios de semestre hasta que veía en los horarios los nombres de “los innombrables.”

En los primeros semestres la materia “filtro” era morfosintaxis, nada más el nombre me asustaba. Según la gente, la profesora era la más estricta y la peor de todas. Cuando iba caminando a la primera clase, sentía que iba directo al matadero. Para mi sorpresa me encantó, me pareció súper chévere. Al momento del primer examen obviamente esa sensación de nervios se multiplicó por mil, gracias a Dios salí bien. La profesora me encantaba, nunca tuve inconvenientes con ella. Sí, era una materia que ameritaba mucho esfuerzo y dedicación, pero no era el monstruo que todos pintaban.

Lección uno: cada persona tiene una perspectiva diferente según sus vivencias ante una situación, todos pasamos por lo mismo pero el proceso de cada quien es diferente. Las personas pueden hablar mal de ti o de alguien, según lo que ellos interpretan, eso no quiere decir que debemos asumirlo como una realidad. Experimenta tu vivencia sin prejuicios, sin predisposición.

¡Mami choqué!

En otro de los semestres, estaba muy nerviosa (para variar) esta vez el turno era para el primer examen de Gerencia, otro “filtro.” El profesor era nada más y nada menos ¡el director de la escuela! como para poner el escenario más angustiante y obscuro posible. Un duro, admirable, correcto, exigente y amable. A veces podías creer que bajaba la guardia, pero no, en una materia de números si el resultado no es exacto, olvídalo.


Para resumir este percance, antes de salir de la casa mi madre ve mi cara y dice “Mija tienes cara de miedosa, relájate y ten cuidado.” Pues, a los pocos minutos la llamo avisándole: ¡Choqué!


Iba manejando y de repente estoy estampada detrás de un carro, por más que traté de frenar, ya era tarde. Llegué de tercera a la fiesta de un choque múltiple en la autopista. Para mi habían pasado 10 minutos encerrada dentro del carro, no paraba de llorar, pero no por el susto, ni por el carro, sino porque perdería el primer examen de la materia más difícil del semestre. Really? Habían pasado más de 30 minutos, si no es porque la mujer me dice eso, hasta el sol de hoy seguiría sintiendo que fue menos tiempo. 

Enseguida llamé a mi amiga Estefanía, le informé sobre el accidente y le pedí comunicárselo al profesor para ver si podía repetirme el examen en unos días. Me dio la oportunidad de presentarlo semanas después. Pero, no contaba con que esas semanas serían de reposo, con un collarín y con las mínimas ganas de volver a estudiar. El día del examen se me olvidó todo y ¡taran! Raspé. Con las próximas evaluaciones pude recuperar la materia y la pase en la rayita.

Lección dos: ¡Todo pasa! Hoy tres años después, miro hacia atrás y digo ¡Sobreviví! Muchas veces sentía que el mundo se me caía encima, pero ¡sobreviví! Más de una persona me advertía “esa universidad es difícil” pero ¡Sobreviví!

Disfruté muchísimo la Universidad, siento que es la mejor del mundo, me encantaría volver y reencontrarme con sus verdes, con el olor a librería, recordar el olor a encierro que tenía el teatro, caminar en silencio por la biblioteca nueva, enorme, majestuosa, hermosa. Esperar sentada afuera de los salones para ver la siguiente clase, buscar puesto en la feria, conversar, aprender en conjunto. Describiendo esto se me eriza un poco la piel, porque añoro y atesoro mi vida de años atrás.


Pero, como dije antes, todo pasa. Hasta la forma de ver la vida, siempre me pregunto ¿cómo hubiese vivido la universidad siendo la persona que soy hoy en día? Posiblemente el choque se hubiese evitado. Estaría más serena y la palabra “estudiar” tendría otra interpretación.

De todas maneras, las cosas pasan como tienen que pasar, porque el plan de Dios o del Universo es mejor que el nuestro. Debemos analizar qué nos quiere enseñar esa situación y aprender de ella para seguir con más fortaleza.

Por esto, la invitación es a aceptar que el pasado existe, pero ya no es. Darle las gracias porque nos formó, aunque no nos define y utilizar todas las herramientas adquiridas para vivir un presente pleno y saludable.

Pasado pisado no, gracias por formar parte de mi historia.

Adriana Samaniego.


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