lunes, 16 de enero de 2017

Arnaldo Albornoz

Venezuela, un país de luto constante.

Hoy nos embarga una tristeza profunda, amanecimos con la amarga noticia de que asesinaron a un gran amigo, compañero de trabajo, un luchador insaciable con ganas de comerse el mundo, lleno de vida y de buen humor. Su alegría contagia a cualquiera, sus ganas en el trabajo eran infinitas, siempre dispuesto, atento y en busca de la verdad.

Todavía lo siento vivo, no puedo creerlo, estoy esperando una llamada o un mensaje que me diga que todo es falso, que fue un error. No he llorado, no he gritado, me perturba un poco mi serenidad. Sin embargo no puedo hacer mi rutina, no puedo llegar al trabajo y hacer como si nada. Tengo la mirada perdida, siento que no pertenezco a este lugar. Mi alrededor resulta extraño, creo que mi cuerpo está caminando, deambulando, pero yo no sé dónde estoy.

Venezuela es una ruleta rusa, una guillotina, todos los días al salir de nuestra casa compramos un ticket (obligados) donde el premio mayor es la muerte. Únicamente se salvan los que tienen guardaespaldas si acaso, no sé qué es peor. Es un país donde reina la injusticia, donde le tenemos miedo a los malandros y a los policías porque al final son la misma vaina. Donde todo es al revés, donde el culpable es la víctima porque salió de noche, o porque sacó el celular en la calle, donde se protege al delincuente y se acusa al inocente, al más pendejo.

Pero, ¿qué se puede esperar? La desintegración social ha sido sembrada, la educación se desangra cada vez más, la incertidumbre, la desidia, la anarquía nos gobierna. Aquí solo mandan, nadie dirige. Venezuela se está quedando sin hijos, ya sea por el luto constante o las partidas inesperadas. Espero, estemos a tiempo de irnos de manera natural, no quiero más muertes violentas, no quiero más inseguridad, no quiero más impunidad. Quiero que existan más libros que balas, quiero que se cumpla la ley, quiero que Venezuela despierte, quiero que el bien triunfe ya. Hemos tenido suficiente.

Arnaldo albornoz, amigo, compañero, me niego a creer esto. Eres el rostro de muchos inocentes desconocidos que han muerto en manos del hampa que azota a nuestro país. Eres la cara de alguien que asesinan a diario, hasta para irte lo hiciste por la puerta grande, representando a muchas personas sin voz. Tú les diste luz, tú eres luz. Siempre has brillado con tu talento, tus ocurrencias, tu risa particular, tu léxico fabuloso, es imposible aceptar que no entrarás a mi oficina a echarme broma, a meterme mano y darme un rico abrazo de los tuyos. Todo te lo ganaste a pulso, me consta que tu trabajo era tu vida, me consta que te costó conseguir tus logros, me consta que te faltaba mucho por vivir y por obtener. Me consta que unos desgraciados truncaron tus sueños arrancando este 2017.

Te quiero infinito.

Con tu partida ratifico que Televen es una gran familia, desde la entrada del canal se siente una gran tristeza, un vacío enorme. Simplemente hoy no existe un “buenos días.”

Siempre estarás en nuestro corazón,

Adriana Samaniego.




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