viernes, 1 de diciembre de 2017

Me llevo de la mano

Dios es grande, el Universo también. A veces pregunto: ¿Soy merecedora de tantas bendiciones? No sé si es suerte, no sé si las merezca, el hecho es que suceden.


Considero que soy buena persona, mantengo y defiendo mis principios, cuido como tesoro invaluable los valores que desde pequeña mi hermosa familia me inculcó. Estoy saliendo del capullo y de las alas que siempre me arropaban, descubriendo un mundo distinto, conociendo a profundidad a la persona que ha estado conmigo durante 26 años. Esa niña soñadora que desde pequeña ha creído en el amor incondicional, en las segundas oportunidades, en la verdad.

Aprendí que soy yo la que debe sumergirse en la marea de la responsabilidad, de llevar a esa persona de la mano. Esa tarea es mía, ese proyecto de vida me pertenece. Debo seguir caminando dentro del jardín natural de la libertad, el cual implica lanzarse a lo desconocido, a las espinas, a la belleza de la ambigüedad. Allí estaré para ella, cuando tropiece le daré la mano, la abrazaré y seguiremos flotando en la nube de la vida. Le diré que los finales no existen porque todo cambio es un cimiento. La energía estará enfocada en la reconstrucción de lo nuevo.


Le enseñaré que los paradigmas se modifican, no se rompen. Le daré alas para resurgir y volar pero también le mantendré presente sus raíces arraigadas en la tierra. Y así estaremos invencibles ante cualquier circunstancia, porque somos capaces de mucho cuando el destino nos pone a prueba, sólo debemos asumir y no evadir la toma de decisiones.

El crecimiento constante se autoelige, se busca y se defiende. Es una entrega cariñosa a ti mismo, es un regalo que conlleva a la calidad de vida que mereces y lo mejor de todo ¡Es gratis! 

El desarrollo interno es mágico, pero no proviene de la magia misma, requiere esfuerzo, constancia, disciplina y dedicación. Pero, sobre todo requiere confianza en uno mismo así que ¡SUELTA Y AGÁRRATE DE TI! 

Adriana Samaniego.

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